Desde que la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, publicó en twitter la cita “No sólo de pan vive el hombre”, extraída de la obra “Medio pan y un libro” del escritor granadino Federico García Lorca, varios tuiteros, iniciando por el expresidente Felipe Calderón, han hecho mofa y crítica denostativa personal a la doctora, reproducida automáticamente mediante bots, según señaló el portal informativo BuzzFeed News de México, el cual descubrió que se conformó una red de bots “bien articulada y organizada” con el propósito de atacarla en la red social.
Posteriormente, se reavivó la diatriba por el error de la doctora en la fecha conmemorativa del natalicio de Nelson Mandela; más tarde, los ataques a Gutiérrez Müller persistieron y aumentaron como respuesta a las medidas y política de gobierno que ha anunciado su esposo, el señor López.
Como saben, mis lectores, no soy partidario de AMLO ni festejo su elección, disiento ampliamente de las medidas adoptadas por él y de su política de gobierno anunciada y, hasta hoy, no creo ni un ápice en su cacareada transparencia y honestidad valiente. Ese es mi derecho y lo ejerzo.
No obstante, considero que los que no gustamos del futuro mando de López Obrador, quienes elegimos exponer nuestro pensamiento libre y crítico, debemos circunscribirlo a él, a sus programas, decisiones, pifias, demagogia y su demostrada contradicción, ese es el derecho de todos los mexicanos, que podemos y debemos ejercer.
En ese orden, hasta hoy, no creo que exista un elemento que objetivamente permita atacar ni criticar a la esposa del presidente electo por el solo hecho de serlo. No me parece correcto denostarla por las acciones, medidas y/o políticas que ha implementado y pretende realizar López Obrador, mucho menos cuando la doctora Gutiérrez Müller se ha mantenido al margen de la actividad política de su cónyuge, habiendo hecho público, y hasta ahora demostrado en los hechos, que no desempeñará ningún cargo en la administración del presidente electo.
La doctora Gutiérrez Müller públicamente ha dejado en claro que repudia el calificativo de primera dama y que no desempeñará el cargo honorífico de Presidenta del DIF ni ninguno otro. Entonces ¿por qué atacarla?, peor aún, ¿por qué insultarla?, ¿por el solo hecho de ser la esposa de López Obrador?, ¿por ser prosélito de su esposo y apoyarlo? Estos argumentos me parecen francamente groseros.
La doctora Beatriz Gutiérrez Müller es una de las pocas esposas de presidentes de México que cuenta con una mejor preparación académica: Licenciada en Comunicación, con Maestría en Letras Iberoamericanas y Doctora en Teoría Literaria. Ha trabajado en diferentes medios de comunicación y es autora de media docena de libros. Consecuentemente, contrario a lo que piensan muchos de sus denostadores, es una persona con un vasto acervo profesional y cultural.
No es la primera vez que la esposa de un presidente de México cuenta con estudios profesionales, ya tuvimos a Margarita Zavala, mujer preparada académica y políticamente, quien durante el mandato del presidente Felipe Calderón mantuvo siempre una conducta intachable, reservada, con claridad de su papel como esposa, madre de familia y de apoyo permanente a su cónyuge.
Al igual que la licenciada Zavala, Gutiérrez Müller dista mucho de otras “primeras damas”, quienes con su presencia y sus actos dieron mucho de qué hablar, al grado de avergonzar a los mexicanos. Basta recordar a la escandalosa Carmen Romano de López Portillo o a la oportunista y ambiciosa Marta Sahagún de Fox, qué decir de la señora Angélica Rivera, alias “La Gaviota”, actriz con escaso bagaje cultural, berrinchuda y superficial que quiso cumplir un rol protagónico a principios del sexenio del nefasto Peña Nieto y que ni siquiera supo explicar, ni mucho menos justificar, el escándalo de la casa blanca.
Considero que mientras la doctora Beatriz Gutiérrez Müller mantenga, como hasta ahora, un perfil profesional y continúe actuando con discreción como esposa del ungido presidente de México, no existen razones para agredirla. Aún en el supuesto de que decidiera participar activamente en la administración pública o gobierno, las críticas, si hubiera lugar a ellas, deberán ser fundadas, por lo menos razonadas y, en todo caso, incluso cuando duras, deberán ser respetuosas, no por ser la esposa del presidente, sino por ser una dama.
La libertad de expresión de la que ahora gozamos en México deviene de un largo y azaroso camino. Con ella podemos expresar, por lo menos hasta ahora, nuestro pensar y disentimiento; incluso atacando enérgicamente, pero hemos de tener presente que la libertad de opinión y expresión, que es sagrada, está acotada por el contexto y el caldo de cultivo del decoro, la buena educación, el buen gusto y el respeto a la dignidad de las personas.
La señora Gutiérrez Müller tiene el derecho de opinar, de apoyar a su marido, sus planes, política y medidas de gobierno, incluso de equivocarse. Nosotros tenemos el derecho humano y fundamental de opinar, criticar y equivocarnos. Sin embargo, ni a una ni a otros nos asiste el derecho de ofender sin causa, únicamente para nuestro expresar enojo sin ton ni son; mucho menos escudados en el anonimato de un alias en algún medio electrónico.
Los desacuerdos son con AMLO, sus planes, política, medidas de gobierno, exageraciones, mentiras y contradicciones. Entonces: ¿por qué arremeter contra su esposa?