Los efectos del Covid-19 siguen siendo una moneda en el aire. No tenemos certeza, a ciencia cierta, sobre qué va a desaparecer, qué se mantendrá intacto y qué cambiará. Estamos apenas viviendo la pandemia: pocos países han reactivado sus economías y no sabemos a ciencia cierta si controlarán los contagios o si habrá rebrotes que obliguen de nuevo al confinamiento y a la suspensión de las actividades económicas.
La mayoría de los países todavía no controlamos el ascenso de contagios y es una incógnita saber si lo haremos a tiempo. Las piezas del nuevo orden social, político, jurídico, financiero de México y del mundo todavía están en el aire y no sabemos la forma concreta en que se volverán a acomodar.
En el caso particular de México la incertidumbre causada por el Covid-19 se exacerba por diversas causas: un Presidente con poco respeto hacia nuestras instituciones, hacia un estado de Derecho; un legislativo con poca cohesión para hacer frente a los caprichos del Ejecutivo; y una Suprema Corte que todavía está por verse si entiende o no su responsabilidad constitucional de ponerle límites al Poder Ejecutivo.
Toda esta incertidumbre, todas estas distintas piezas y elementos inciertos, ponen de relieve la importancia del respeto a nuestras leyes, a nuestra Constitución y, en consecuencia, inevitablemente destaca la importancia del Derecho como un catalizador de este cambio que se está fraguando por la pandemia.
Pongo sobre la mesa seis aspectos para el nuevo rompecabezas de la profesión legal del país y del mundo que me gustaría que estuvieran presentes después del Covid-19.
Solidaridad Necesitamos una profesión legal más solidaria. La recesión económica va a dejar a muchas personas sin empleo y traerá muchos dramas humanos. La capacidad de solidaridad es central para salir de la crisis lo más rápidamente posible. Me gustaría imaginar que la profesión legal en su conjunto (abogados, jueces, académicos, servidores públicos) servimos para encontrar las soluciones jurídicas justas, equitativas, socialmente útiles para pacificar pronto los conflictos legales que caracterizan a la crisis económica y la crisis sanitaria del calibre de lo que estamos viviendo. ¿Será entonces nuestra responsabilidad como abogados privilegiar la solución de controversias sobre el litigio? ¿Podremos trabajar en conjunto como gremio para evitar que siga creciendo el número de litigios judiciales en un país ya severamente fragmentado por la conflictividad y la polarización? ¿Podré tener la responsabilidad como abogado de sugerirle a mi cliente que intente negociar o pactar con su contraparte los conflictos derivados del Covid-19 antes de confrontarse? ¿Podré dialogar con mi contraparte para reconocer que la mejor solución para ambos es arreglarnos, es decir, encontrar una solución equilibrada y viable para las dos partes? Los invito a que cambiemos ese chip, a que nos movamos de lugar, a que reconozcamos que, en estos momentos de precariedad y vulnerabilidad, la mejor respuesta siempre será ser solidarios y no buscar más problemas.
Integridad. Una sociedad solidaria debe ser por definición una sociedad más íntegra. En la recesión económica global, los países requieren de mucha eficiencia en la administración de recursos, públicos y privados. Cuanta más corrupción, más difícil será salir de la crisis económica. La corrupción es parte sustancial de la ineficiencia de la economía y se alimenta de abogados deshonestos en todos los ámbitos. En este sentido, una profesión legal íntegra es indispensable para que en México se active más rápido y más eficientemente la economía. Con tanta conflictividad, con tanto litigio, ¿qué espacio se le dejará a la justicia si los abogados continúan traficando influencias una vez que se reanuden las actividades de los tribunales del país? ¿Qué certeza se tendrá de que se resolverán esos conflictos sin que alguna de las partes en un litigio intente a través de actos de corrupción influenciar el resultado? ¿Cómo podremos salvar nuestro Estado de Derecho si no es con jueces y abogados íntegros, que respeten la letra y el espíritu de nuestras leyes y de nuestra Constitución?
“Toda esta incertidumbre, todas estas distintas piezas y elementos inciertos, ponen de relieve la importancia del respeto a nuestras leyes, a nuestra Constitución e inevitablemente destaca la importancia del Derecho como un catalizador de este cambio que se está fraguando por la pandemia.”
No alimentemos más un entramado vergonzoso de corrupción en tribunales, con autoridades, con contrapartes. Privilegiemos la honestidad, vigilemos el actuar de nuestro gremio y recuperemos el prestigio que conlleva la abogacía. En el mundo postCovid-19 no deben caber los abogados deshonestos.
Pragmatismo. Me gustaría que los abogados y abogadas de México privilegiáramos el fondo vs. la forma, que seamos más pragmáticos y confrontemos con más rigor al debate sustantivo frente al adjetivo, es decir, que aprendiéramos nuevas formas de hacer las cosas, más eficientes, incluyentes, justas y equitativas. Por ejemplo, la firma electrónica. No puedo creer lo excluyente que es el Derecho en México, que todavía es debatible jurídicamente la validez de la firma electrónica. Ya no podemos escapar del uso de la tecnología para hacer más accesible el Derecho. ¿Por qué insistimos en perder el tiempo con firmas autógrafas? ¿Por qué seguimos teniendo tribunales que hacen poco o nulo uso de herramientas tecnológicas para facilitar su labor de procuración de justicia? ¿Por qué tenemos que continuar redactando demandas plagadas de trascripciones y palabras rimbombantes? ¿Por qué hablamos con nuestros clientes como si fuéramos un oráculo sin poder explicarle en forma sencilla lo que proponemos jurídicamente para resolver su asunto?
Inclusión. Que las abogadas no nos quedemos rezagadas por cuestiones ajenas a nuestro desempeño y nuestro mérito. El postCovid-19 va a ser por definición un mundo conflictivo; la escasez por definición genera choques y diferencias. Necesitamos que las mujeres abogadas lideren los procesos de conciliación y pacificación de conflictos. Evitar tantas batallas y pleitos judiciales y generar muchos acuerdos y pactos negociados. Así, la economía se recuperará más rápido.
“A pesar del sombrío panorama que ha generado la pandemia de Covid-19, las abogadas tenemos frente a nosotras la gran oportunidad de liderar un cambio de paradigma en nuestra profesión y en las organizaciones de las cuales formamos parte.”
Aplanemos la curva de conflictos. Necesitamos también organizaciones que reconozcan la importancia de la diversidad en la toma de decisiones a través de mujeres que sean líderes en sus organizaciones: socias de despacho, directoras jurídicas, juezas, notarias, rectoras de facultades de Derecho, presidentas de colegios de abogados, etcétera. Las mujeres abogadas somos especialmente aptas para proveer soluciones jurídicas que reequilibren, que concilien, que permitan que la energía creativa florezca y nos proponga cosas sorprendentes. A pesar del sombrío panorama que ha generado la pandemia de Covid-19, las abogadas tenemos frente a nosotras la gran oportunidad de liderar un cambio de paradigma en nuestra profesión y en las organizaciones de las cuales formamos parte. Hablando de dichas organizaciones, ya no hay espacio, en este nuevo orden mundial, de decir que las mujeres no tenemos la capacidad de liderar, de trascender. Por ejemplo, ya no hay espacio de que nos digan que no podemos trabajar desde casa. La prevalencia del home office ha puesto de manifiesto que trabajar desde casa no te hace menos productivo. Por mucho tiempo se habían planteado esquemas flexibles de trabajo para permitir que las abogadas de despacho, por ejemplo, pudieran balancear su vida personal y profesional. Este planteamiento había sido criticado por muchos, incluso había despachos que relegaban a las mujeres que adoptaban estos esquemas flexibles, al no involucrarlas en asuntos de mayor trascendencia por no estar físicamente en la oficina por las tardes.
Me da gusto que se ha demostrado a través de esta crisis que sí podemos ser productivas desde casa, que el esquema tradicional de trabajar desde una oficina no necesariamente será el prevalente en el futuro, y que tanto las mujeres como los hombres, podemos perfectamente balancear nuestras respectivas responsabilidades personales y profesionales.
Accesibilidad. Me encantaría ver una profesión legal más accesible, más generosa y más humana. ¿Se imaginan lo que pudiéramos lograr si cada uno de nosotros dedica una pequeña porción de nuestro tiempo a causas que ayuden a los más necesitados? ¿A aquellos que no pueden tener acceso a un abogado? Me parece que es el momento de plantearnos la falta de accesibilidad a la justicia, la baja capacidad de tantas personas en México para defenderse y hacer valer sus derechos. ¿Cuánto cuesta consultar a un abogado íntegro para que te ayude a demandar a alguien que te debe dinero, a redactar un contrato, a tramitar un permiso, a defenderte de alguien que te demandó? En un mundo en donde la pandemia puso de relieve la vulnerabilidad de tantas personas que no tienen posibilidades económicas siquiera para sostenerse a sí mismas y a sus familias, menos aún para protegerse de injusticias con ayuda de un abogado, de un verdadero abogado.
Ya es hora de que encontremos una forma, cada uno de nosotros, en nuestras comunidades, desde nuestras trincheras, de involucrarnos en la construcción de un país más justo y menos conflictivo. De hacer trabajo probono. De proponer formas para que más gente tenga acceso a ser efectivos sus derechos. Seamos un instrumento para ello.
Consciencia medio ambiental. La era postCovid-19 traerá consigo una mayor relevancia, mucho mayor, de los temas medio ambientales y de salud. La única forma de defendernos frente al virus es estar sanos a falta de vacunas o medicamentos. La defensa del medio ambiente va a generar enormes ventanas de oportunidad para que la profesión legal sea la guardiana de los bosques, el aire, los mares y la vida en el planeta. Sin entrarle de lleno a la aberración de los acuerdos publicados por la Cenace y la Secretaría de Energía y el rechazo irracional hacia las energías limpias, quiero decirles que es claro que el futuro del país descansa en la capacidad que tengamos como abogados de defender nuestros derechos humanos a la salud y a un medio ambiente sano. En el caso de las energías renovables, por ejemplo, queda claro que si la Suprema Corte no invalida estos acuerdos, estaremos frente a un régimen que no sólo daña al medio ambiente, sino que no respeta en lo más mínimo nuestro marco legal y regulatorio.
“Me parece que es el momento de plantearnos la falta de accesibilidad a la justicia, la baja capacidad de tantas personas en México para defenderse y hacer valer sus derechos.”
Es nuestra responsabilidad poner en el frente los temas medio ambientales y de salud en la era post Covid-19. Una profesión legal más solidaria, más íntegra, más conectada con la tecnología, menos formalista, más accesible y generosa y con mayor consciencia sobre los temas medio ambientales y sociales, es una profesión que va a colocar rápidamente los cimientos para que México salga de la peor crisis económica de su historia. Este cambio de paradigma en la profesión legal necesariamente requerirá que las próximas generaciones de abogados y abogadas tengan una formación distinta a la que, por lo menos, mi generación tuvo acceso.
Propongo que la formación de abogados y abogadas deje de ser memorística, de memorizar códigos y doctrinas. En lugar de eso los estudiantes de Derecho deberían aprenden a resolver problemas jurídicos, a construir soluciones jurídicas a conflictos concretos, debatir en clase cuál de las soluciones propuestas es la mejor en términos jurídicos, pero también en términos éticos y de utilidad social.
Necesitamos formar una nueva generación de abogados que cuestione las malas prácticas de nuestra profesión como son la falta de integridad y la falta de solidaridad. Propongo formar abogados que tengan una visión del derecho como instrumento de pacificación y como una herramienta central para construir una sociedad más justa e incluyente. No dejemos pasar esta oportunidad para reinventarnos como gremio, como abogados y abogadas, y principalmente, como seres humanos. Los invito a ser más solidarios, más íntegros, más pragmáticos, más inclusivos y más conscientes. Está en nuestras manos.