Dicen los que saben de política que ésta, es el arte de hacer posible lo imposible y algo hay de cierto en lo relativo a las prácticas parlamentarias. Digamos que se busca concretar que lo imposible suceda, aunque no siempre se consiga el objetivo.
Hago referencia a lo anterior por las recientes maniobras de la mayoría legislativa en la Cámara de Diputados, pero antes un breve contexto. Según lo establece la norma, la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados debe rotarse entre las tres fuerzas políticas de mayor representatividad electoral -una por año-, para tener un equilibrio en dicho órgano legislativo, es decir, aquellas que obtuvieron el mayor número de sufragios en el proceso electoral federal. Como ustedes saben, en las elecciones del 2018, Morena, PAN y PRI, en ese orden, ocuparon los tres lugares en las votaciones, por lo tanto, a un representante de cada uno de los grupos parlamentarios mencionados, le tocaría, en teoría, presidir esta responsabilidad legislativa.
El primer año de la Legislatura tocó el turno al experimentado diputado Porfirio Muñoz Ledo que, en honor al recuento de hechos, fue “tentado” a alargar su responsabilidad con argucias legales, con una iniciativa que proponía que “…salvo en el caso de que el presidente de la Mesa Directiva pertenezca al grupo parlamentario que por sí mismo cuente con la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados” justo unas semanas antes de terminar el periodo legislativo respectivo. Quería dejar fuera al Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional, al que correspondía presidir el segundo año. Intenso fue el «jaloneo» que se suscitó: por un lado, para impedir -a juicio e interpretación de los morenistas y algunos aliados- que Acción Nacional nombrara libremente a sus representantes, y, por el otro, la denuncia de los afectados. Fue un escándalo de esos que pesa y duele a los políticos: mediático. Ante el descrédito público y a pesar de sus enojos, los oficialistas no tuvieron más remedio que cumplir el acuerdo previo.
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Está por iniciar el tercer y último año de la LXIV Legislatura. En doce meses, entre otras cosas, los mexicanos seremos llamados a las urnas para el proceso electoral federal 2021 y, a la luz de los antecedentes y los intercambios de legisladores entre grupos, los hechos anuncian que Morena, una vez más, buscará quitar el derecho de prescindir la Presidencia de la Mesa Directiva al Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ahora con el pretexto de hacerlo vía el aumento artificial de integrantes del Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo (PT), para que uno de sus incondicionales sea el elegido en el último tramo. En otras palabras, si se infla el número de integrantes del PT, éste ocuparía el lugar de la tercera fuerza política representada en la Cámara de Diputados y así, «sin brincarse la norma», cumpliría con lo establecido.
Actualmente, el PRI cuenta con 46 diputados y el PT con 40. Es probable que se tenga un conjunto de legisladores en fuga. Lo que no deberá sorprender de esta maniobra es que la designación recaiga en alguien que hoy pertenece a Morena, pero como son legisladores «quita pon«, no tendrían problema en utilizar el emblema petista para lograr sus propósitos. Simulación para imponerse y decir que se «cumplen» acuerdos.
Un hecho que no debo omitir es que en el Senado de la República dejaron de existir los Grupos Parlamentarios de los Partidos de la Revolución Democrática (PRD) y Encuentro Social (PES), por no contar con el mínimo de 5 integrantes que establece la ley para mantener una fracción parlamentaria. Esto se da porque hay candidatos que ganaron con la bandera de un instituto político y luego, ya en funciones, por así convenir a sus intereses (…y a los del partido beneficiado), optaron por cambiarse de partido. Así sucedió con dos senadores del Sol Azteca que se pasaron al Partido Verde, mientras que una senadora del PES se sumó a las filas morenistas.
Lo mismo acaba de suceder hace unos días con la senadora por Sonora, Lilly Téllez, quien en abril pasado y ante la hostilidad de sus compañeras y compañeros de bancada, renunció a Morena, por diferencias de criterio, y recientemente se incorporó al Grupo Parlamentario de Acción Nacional. Lo difícil fue entender cómo ella llegó al Senado por el sendero morenista a pesar de dichas diferencias… pero así fue.
Y viceversa sucedio con José Ramón Enríquez Herrera, senador que ingreso a la Cámara Alta por Movimiento Ciudadano (MC) y quien apenas declaraba que necesitaba evitar darle «más poder al poder” argumentado que unidos lograrían evitar la violación a la constitución, defendiendo la división de poderes, el estado de derecho y la democracia, e invitaba no bajar la guardia, hoy el Senador con todo y eso, se cambio a las filas del partido en el poder, ¿para darle más poder?, en fin.
En todos los casos de abandono de partido hay acusaciones de traición, señalamientos obscuros, crítica y hasta justificación. Lo cierto es aquí también hay legisladores en fuga.