Con un poco de premura, ya que hay países con más tiempo en cuarentena y apenas empezaban a reactivar actividades no esenciales, a mediados de mayo el gobierno federal anunció el regreso a lo que ha denominado “la nueva normalidad”. Un plan de 4 etapas y semáforos para saber el estatus del virus y así reactivar progresivamente las actividades económicas y sociales. Los primeros en reiniciar fueron los llamados “municipios de la esperanza”, aquellos donde no hubiera contagios y sus municipios vecinos también estuvieran libres de virus. Se agregaron a las actividades esenciales la industria automotriz, de la construcción y minera, la decisión se tomó un poco más por presión de Estados Unidos y Canadá, en la CDMX se añadió la cervecera. No obstante, el Dr. Hugo López-Gatell advertía que estábamos en una etapa media de la pandemia, de modo que los planes anunciados podrían colapsar en caso de un rebrote. Aunque ya se tenían previstas las primeras acciones, ni gobierno ni empresas tenían claro los protocolos a seguir. Por supuesto que el Plan fue como una bocanada de esperanza, sobre todo, para las MiPyMES, pues la crisis económica que ha traído la pandemia podría volverse más mortal que el propio virus, expresaban expertos como Edgardo Buscaglia. A la incertidumbre financiera hay que añadir la psico-emocional que acarrea el encierro en las personas. Es entendible que tanto la industria como el gobierno tengan ansiedad por reactivar la economía, lo cierto es que la nueva normalidad traerá muchos cambios que afectarán todos los sectores. La OMS declaró al SARS-CoV-2, Covid-19, como un virus con potencial endémico, es decir, tendremos que aprender a vivir con él, como muchos otros virus, mientras no exista tratamiento ni vacuna será más complicado. Aunque ya existe un plan, debemos seguir siendo responsables, acatar las medidas y hacer caso a los semáforos, mientras mejor sigamos las indicaciones más rápido será el regreso a la nueva normalidad.