Por: Luis Octavio Vado Grajales
¿Es posible un federalismo de izquierda? ¿El único federalismo posible es el elitista? Son dos de las preguntas que me he formulado a lo largo de 2019; y he llegado a la conclusión de que no sólo es posible un federalismo de izquierda, sino que incluso son dos opciones políticas complementarias. Me explico.
Si pensamos en una izquierda (que no postulo como única, correcta o deseable, sino solamente como un tipo posible) que considere la autogestión, la organización social de abajo hacia arriba, el empoderamiento de la ciudadanía, el feminismo, la responsabilidad social y ambiental de la producción, la toma de decisiones conjunta entre el gobierno y el cuerpo electoral; entonces creo que el federalismo se convierte en su forma idónea de estado.
Esto porque la forma federal permite a cada porción territorial decidir cuestiones políticas de manera acorde con sus necesidades, sus recursos y su imaginación colectiva. Embona con una visión municipalista que no excluye otras formas de organización social que incluso suelen variar de estado en estado.
El federalismo en esta visión permite y exige la participación ciudadana no solo para elegir autoridades sino también para fijar la agenda de gobierno y definir políticas públicas; forma personas políticamente despiertas que valoran el peso de sus decisiones. No sustituye la preocupación popular por los grandes temas nacionales sino que evidencia los asuntos más inmediatos a los ojos de la propia comunidad que puede y debe resolverlos.
Claro que esto no implica acuerdo total, sino la costumbre de discutir y decidir lo que nos importa en nuestras regiones, desde la historia, las costumbres y las formas de ser que se comparten en una porción territorial. La sana costumbre, diría, de ser ciudadanos/as en la definición de los temas más inmediatos.
Esta participación desde abajo que no legitima decisiones sino que las impone a la clase política, que define el rumbo a seguir en lugar de simplemente adaptarse a los planes hechos desde arriba, implica reconocer que no porque haya muchos méxicos deja de haber una nación como tal. ¿Genera tensiones con las decisiones centrales? Sí, desde luego. Pero también aligera la agenda política del país en tanto descentraliza ciertos temas que suelen asumirse como de interés para todo México.
Este modelo de federalismo no es elitista, sino democrático, participativo y cívico.