Después de 50 días de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, el perfil de su gobierno y el cambio propuesto a través de lo que él llamó la Cuarta Transformación empieza a ofrecer mayor claridad sobre lo que será su gobierno.
Desde la campaña y en los primeros días de su gobierno, mostraba que la 4T se trataba de un modelo de gobierno que evolucionaba y que mostraría importantes cambios en la nación como sucedió, en la independencia (Miguel Hidalgo y José Maria Morelos), la reforma (Benito Juárez) y la Revolución (Francisco I. Madero, Zapata), el cambio propuesto por AMLO, basado en erradicar el “neoliberalismo” modelo al que considera responsable de todos los males del país.
Lo cierto es que las tres referencias sobre las que se basa AMLO para proponer el cambio en su 4T, son el resultado de un tema no resuelto desde la independencia y que aún sigue vigente, la disputa entre Centralistas (Conservadores) y Federalistas (Liberales).
La Constitución de 1824 fue el resultado de abolir definitivamente la colonia y el imperio en México. El Congreso Constituyente fue conformado por dos tendencias: “centralistas” y “federalistas”. En los debates de aquella ocasión predominó la tendencia federalista y la Constitución promulgada, declaró a México como país independiente, conformado el Estado bajo la división del gobierno en tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
De acuerdo con la Constitución de 1824, con la influencia de los principios liberales de la independencia de Estados Unidos y de la Revolución francesa, el gobierno federal y los estados mantenían su soberanía en los asuntos internos con leyes y autoridades propias.
El proyecto liberal plasmado en la Constitución no se pudo mantener y los centralistas y los centralistas recuperaron el control, justificando su lucha por la falta de legitimidad política por y desorden y corrupción en la administración gubernamental. Lucas Alamán, uno de los conservadores más destacados sostenía que la experiencia federal era ajena a la tradición mexicana tomando en cuenta los tres siglos de vida colonial centralizada.
El debate entre las dos tendencias crecía en torno del contexto político social que vivía el país: Los centralistas argumentaban que era precisamente la falta de una dirección central fuerte la que ocasionaba los desacatos regionales al Ejecutivo y lo que propiciaba las tendencias separatistas. Las críticas al centralismo no dejaron de incluir la cuestión de Texas, atribuyéndose a su instauración la pérdida de esa parte del territorio nacional.
Todo esto dio lugar a las llamadas Siete Leyes de 1835 y a la primera República Centralista basada en:
Los Estados se transforman en Departamentos con facultades limitadas; la religión oficial es la católica; se creó el cuarto Poder: Supremo Poder Conservador, formado por cinco personas con poderes absolutos con facultades para declarar nulas las leyes o decretos, declarar incapacitado para gobernar al Presidente, suspender a la Suprema Corte de Justicia y las sesiones del Congreso.
El debate y la disputa por el poder se han mantenido desde entonces. Después de que Antonio López de Santana volviera a tomar el poder como la mejor opción centralista para tratar de unificar a los distintos grupos políticos del país, le permitió gobernar como un dictador. Se hizo llamar Alteza Serenísima, expulsó del país a varios de sus opositores, reprimió a toda la prensa que lo criticaba y llegó a excesos como cobrar impuestos por el número de ventanas de cada casa.
Ante el fracaso de los gobiernos centralistas, los federalistas volvieron a tomar vigencia y promulgaron las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857.
La oposición la encabezó un liberal, quien lideró la Revolución de Ayutla y junto con él aparecieron personajes como Ignacio Comonfort, Sebastián Lerdo de Tejada y Benito Juárez entre otros que promovieron las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857, que garantizaba algunos de los principios liberales como la libertad de expresión, petición, asociación y tránsito; y ponía las leyes al servicio de la libertad individual de las personas e igualaba a todas ante la ley, asimismo regresaba la soberanía del pueblo al instaurar una república representativa, democrática y federal.
La Constitución de 1917, se puede interpretar como el equilibrio entre las dos tendencias que disputaron el poder en todo el Siglo XIX, al incorporar, por un lado, las garantáis sociales que marcaban una tendencia liberal, pero a su vez regresaba el control político y económico al Estado al conferir la facultad de regular la economía y la organización social a través del partido en el poder.
Después de esta brevísima revisión e interpretación histórica, vemos que, en México a partir del primero de diciembre de 2018, encontramos el regreso de un gobierno con fuertes tendencias centralistas, más allá de las facultades que la Constitución de 1917 le habría otorgado al Estado Mexicano, es decir, todo indica que regresamos al diseño de un gobierno de 1835, en pocas palabras una regresión de 184 años.
El triunfo electoral de Andrés López Obrador se basó principalmente en el desorden administrativo del gobierno, la corrupción y la desatención a factores sociales, que el modelo “neoliberal” causó y él se convirtió en el personaje político que podría lograr enmendar esa crisis de la nación.
Por ello, ya como Presidente ha tomado una serie de decisiones unipersonales, fuera de las instituciones democráticas legalmente constituidas y justificando sus decisiones con el respaldo que el pueblo le confirió a través de las urnas. Por ello, aseguró en su conferencia de prensa matutina del 21 de enero que: “Pemex y el gobierno estuvieron en manos de gente sin escrúpulos” y aseguró que “no luché ni me apoyó la gente para estar aquí, para convertirme en alcahuete de corruptos, cero corrupción y cero impunidad” y remató, prácticamente como su “alteza serenísima” que la corrupción es un mal que va arrancar de raíz, aunque “algunos no les guste y me llamen mesiánico”.
De esta forma, en estos 50 días de gobierno, el presidente canceló el NAICM a través de una consulta ciudadana que no siguió la Ley de Consulta Ciudadana, aprobó de la misma manera, la construcción del Tren Maya. Realizó una reforma administrativa del gobierno enfocada a concentrar el poder y las decisiones sobe las entidades federativas, creando la figura del “superdelegado” al que le confiere la coordinación e implementación de planes, programas y acciones para el desarrollo integral, funciones de atención ciudadana, la supervisión de los servicios y los programas a cargo de las secretarías, las dependencias y entidades.
Lanzó una fuerte ofensiva en contra de las entidades autónomas, como la CRE, CNH, IFETEL o en contra de los poderes de la Unión, como el legislativo a quien instruye o al Judicial al cual pretende reformar y crear Tribunal Constitucional.
El tema de la Guardia Nacional es altamente polémico, el dejar este cuerpo policiaco en manos de los militares y que tengan atribuciones no sólo para enfrentar a las mafias del narcotráfico y del huchicol, sino hasta acciones civiles del fuero común, reprimir manifestaciones sociales e inclusive participar en eventos de orden político, quitando de esta forma la responsabilidad de la seguridad pública a estados y municipios.
¿Qué tanto México necesita de una 4T? o ¿Qué tanto necesita el país definirse como los Padres Fundadores lo hicieron en Estados Unidos o la Revolución Francesa lo hizo en Francia?